martes, 14 de febrero de 2017

Natus in gente



Arthur Schopenhauer

Filósofo alemán


  Se puede estar mas o menos de acuerdo con la afirmación del señor Schopenhauer.

 Desde el punto de vista de los afectos nacionales, seguramente incluso puede llegar a ser irritable la afirmación del filósofo, y desde luego este no es el lugar para hablar, y mucho menos juzgar, el sentimiento patrio de nadie; vaya mi respeto por delante.

Seguramente, una vez justificado el amor patrio propio, la afirmación de Arturo cobra todo su explendor si la extrapolamos al resto de nacionalismos o regionalismos con los que cohabita nuestro sentimiemto patrio, es decir, probablemente nos sea tan fácil legitimar el nacionalismo propio como despreciar el nacionalismo/regionalismo ajeno.

Y esto si que resulta verdaderamente interesante, pues no solo muestra el doble rasero habitual, sino que demuestra lo arbitrarios que podemos llegar a ser.

Hoy, después de tanto tiempo sin poder escribír, vengo movido por el animo de revertir la afirmación de Arthur Schopenhauer, quizá en un exceso de atrevimiento que espero mi humilde condición de estudiante llegue a disculpar; atrevámonos a pensar.

No pretendo rebatirlo en su desprecio al orgullo por lo adscrito, lo cual es difícilmente criticable valorando con orgullo al merito.


Mi critica a su celebre frase viene por su entendimiento del factor azaroso que atribuye al nacimiento.

Uno no nace en el país donde ha tenido la suerte de nacer, uno nace en el país donde ha sido fecundado, gestado y nacido; y muchas veces ni siquiera las diferentes etapas suceden en el mismo pais, tampoco los criterios de acceso a la nacionalidad son los mismos en los poco menos de doscientos países que forman este planeta y ni si quiera vale presumir ninguna suerte de continuidad de tales principios en tales países; siendo variables y cambiantes.

Uno no nace donde el azar le depara sino donde sus padres lo crean y su madre lo alumbra.

La nacionalidad, vista así, pasa de ser el fruto de una casualidad susceptible de orgullo (frase de Arthur Schopenhauer,) a ser una causalidad,  responsabilidad, mas o menos asumida, veces tristemente eludida, por parte de los progenitores.

¿Acaso no tendrán derecho a reproducirse los habitantes del menos furtuito de los países de este planeta? Supongo que si.

¿No podrán sentirse tales hijos como los mas desafortunados del planeta?
Claro, de hecho lo son.

Entonces, quizá la confusión donde radica la equivocación, este en considerar fortuito aquello que es causado.

No es este el lugar para entrar a criticar la nacionalidad de nadie, vuelva a ir mi respeto por delante a todas las personas de este mundo, independientemente de donde hayan tenido la suerte de nacer, si es que llamar suerte a tal derivación de responsabilidad tiene algún sentido.

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